lunes, 6 de junio de 2011

Y ahora, ¿Ollanta Humala podrá llevarnos por el camino amarillo?

Al fin la contienda electoral ha terminado. Luego de meses de saturar a los peruanos con la política, carteles, arengas, posiciones, divisiones, promesas, propuestas reales, etc. al fin el Perú tiene nuevo presidente.

Después de exactamente 7 meses de campaña electoral para la presidencia del Perú, al fin los resultados estan dados. Ayer, 5 de junio del 2011, millones de peruanos -residentes en Perú y en el extranjero- fueron a las hurnas de votación y decidieron el futuro del país.

Durante todos estos meses, las redes sociales como Facebook y Twitter estuvieron repletas de frases y posiciones encontradas. En un inicio, la contienda se dividió en 11 candidatos, unos más conocidos que otros. Sin embargo, como es natural, mientras más se acercaba el 10 de abril del 2011, los porcentajes de unos iban subiendo cada vez más y otros iban bajando. Una de las grandes sopresas fue PPK (Pedro Pablo Kuczynski), político hace muchos años y condenado a ser conocido como "el gringo" por tener padres extranjeros y tener un apellido para nada peruano. Por otro lado, entre los 5 primeros estaba también "el mudo" Castañeda, ex Alcalde de Lima Metropolitana; "el cholo" Toledo, ex Presidente de la República; "el comandante" Ollanta Humala, militar en condición de retiro y, pese a quien le pese, actual presidente electo democráticamente y, aunque no menos importante, "la china" Keiko Fujimori, a quien se le achacaron todos los errores del gobierno de su padre Alberto Fujimori Fujimori, quien se encuentra actualmente encarcelado en la Diroes.

Cada uno de estos personajes -no menciono los otros seis no porque sean menos importantes, sino porque merecería demasiado tiempo- peleó, llenó la ciudad de carteles, hizo mítines, conciertos, metió puñales y hasta se creó merchandising para el partido (estamos hablando de los PPKuy). Pero a pesar de todos los esfuerzos de cada uno, el panorama se redujo a tan solo dos: Ollanta Humala y Keiko Fujimori.

A partir del 11 de abril, el país se polarizo y la situación se volvió más hostil en las redes sociales. Quienes apoyaban a Ollanta y quienes apoyaban a Keiko se peleaban a muerte. Los grupos de NO A KEIKO y de YO JAMAS VOTARÉ POR OLLANTA HUMALA estaban latentes en el escenario de las redes sociales, en cada muro existía alguna alución, en muchos comentarios un apoyo, en otros un rechazo.

A Ollanta Humala se le dio la carga del autoritarismo, del chavismo, de la idiotez en muchas ocasiones, de una dictadura segura. Mientras, a Keiko Fujimori se le atribuyeron las infertilizaciones forzadas del gobierno de su padre (a pesar de que en esa época ella era la Primera Dama y recordemos que esta no gobierna, solo acompaña al presidente), las violaciones de los derechos humanos y la corrupción por la cual encerraron a su padre.

Así llegó el 5 de junio, mientras todo el mundo se peleaba y trataba de que el otro votara por quien ese quería. Y, entonces, el Perú -a pesar de que a muchos la elección nos genere temor e incertidumbre- eligió quien gobernaría el país por los siguientes 5 años. Un 52 por ciento de peruanos decidió que Ollanta Humala será nuestro presidente y juramentará el 28 de julio del 2011.

Hoy, 6 de junio del 2011, la gente entró en pánico al ver a la Bolsa de Valores de Lima (BVL) desplomarse en tan solo dos horas. Una caída de 12% ha sido lo que ha puesto a todos aún más furiosos.

Pero lo curioso es que "el comandante" no tiene ni un solo día de electo y el país siente que se está yendo directo al hoyo. Ahora, ¿no sería mejor que guardaramos la calma y esperaramos a ver quién será su Primer Ministro y su Ministro de Economía antes de sabotearnos los unos a los otros? Lo que necesitamos es un llamado de calma del presidente Alan García y del futuro presidente Ollanta Humala. Y, porque no, uno de nosotros hacia nosotros mismos. No perdamos los estribos antes de tiempo.

Personalmente no apoyo a ninguno de los dos candidatos que se presentaron a la elección, pero si la mayoría de los peruanos ya eligió ahora solo queda mantenernos calmados y unidos, dando el hombro los unos por los otros para evitar, justamente, que la economía se desplome en un solo día o que en un futuro existan abusos de poder. Este no es un momento para dividirnos o huir, este es el momento para decirnos que vale la pena vivir en Perú y vale aún más luchar por él.

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